miércoles, 22 de marzo de 2017

El arranque de viñas y la chaptalización

Alemania, el país que más asiduamente recurre a la sacarosa, sólo tendría que deshacerse del 2,7 por ciento del total de las viñas europeas condenadas a desaparecer (18.746 hectáreas). La cuota para Francia es de un 23,4 por ciento (161.000 hectáreas) y ligeramente superior para Italia, el 26,1 por ciento (180.241 hectáreas). A la viticultura española se le reclama que contribuya con el 38,9 por ciento del esfuerzo medido en superficie afectada.


La polémica, en realidad, va más allá de una competencia vitícola norte-sur. Lo que se cuestiona es el inadecuado modelo de producción vitivinícola europeo, con grandes excedentes a los que hoy se da salida mediante destilaciones obligadas que merman de manera considerable el valor añadido y, por tanto, reducen las rentas de los agricultores.

Esta política choca frontalmente con la evolución mundial de los mercados. El consumo de vino desciende año tras año, acorralado por las aguas minerales, las cervezas y los refrescos. Ante esta tesitura sólo cabe potenciar la calidad. Serían, por tanto, los viñedos de inferior categoría, aquellos cuyas condiciones naturales no permiten la elaboración natural de vino sin añadir sacarosa, los afectados. Esto apunta directamente a las zonas donde la chaptalización es práctica legal (en España está prohibida).

Desde luego, a nadie en su sano juicio se le ocurriría tocar un solo pámpano de la Romanée-Conti, por citar un ejemplo insigne; pero precisamente este mítico viñedo borgoñón no chaptaliza sus vinos e incluso trabaja con métodos ecológicos —nada de abonos químicos—.

Igual sucede con otras bodegas francesas y alemanas cargadas de tradición y prestigio; pero deberían ser precisamente las zonas productoras de vinos corrientes de baja graduación donde se buscase la alternativa al modelo actual favoreciendo, por encima de otras consideraciones.



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