miércoles, 22 de marzo de 2017

Los vinos centroeuropeos y la chaptalización

Desde su invención por Chaptal, la polémica está servida entre partidarios y detractores del método creado por el polifacético químico y político francés. El enfrentamiento de poderosos intereses económicos es su reflejo más evidente y el factor que enciende la competencia en el seno de la Unión Europea. Eusebi Val, en Alemania; Albert Escala, en Italia; Oscar Caballero, en Francia, y nuestra redacción en Barcelona han preparado una encuesta recogiendo las opiniones de expertos de los principales países afectados por este polémico sistema.


La chaptalización y los vinos europeos

Hoy su método para aumentar el grado alcohólico del vino añadiendo sacarosa al mosto (chaptalización) sigue utilizándose profusamente en Alemania, Francia y otros países con terrenos excesivamente septentrionales para el cultivo de la viña. Muchos vinos no llegarían jamás al mercado si antes no fueran chaptalizados, entre ellos algunas de las marcas más fastuosas de Burdeos, Alsacia o el Rin.

La chaptalización exige el uso masivo de sacarosa procedente de la remolacha que se cultiva profusamente en Centroeuropa. Sin ese recurso, capaz de convertir en vino mostos aguados que apenas darían cinco o seis grados de alcohol, no habría excedentes de vino en Europa y no haría falta acabar con las 690.000 hectáreas cuya erradicación está planteada.

Sin embargo, las presiones del poderoso “lobby” que defiende los intereses de los productores de remolacha llevan camino de dar resultado. Si finalmente se sigue aceptando la chaptalización con sacarosa, España tendría que arrancar casi 300.000 hectáreas de viñedo.

“El problema —dice Magí Rayentós, presidente de la Federación Española del Vino— es que ese ‘lobby’ está controlado por seis o siete empresas. Los que cultivan viña y los que elaboran vino somos miles. Ellos se ponen rápidamente de acuerdo, nosotros no.”

Es un verdadero caballo de Troya. Es la política de toma el dinero y corre. “El problema es que detrás nuestro dejaremos un país con 300.000 hectáreas más de desierto, porque el cultivo de la viña no tiene alternativas.”

El eje franco-alemán ha dejado sentir su poder una vez más y si nadie lo remedia —el ministro español de Agricultura, confesó sentirse como Gary Cooper, “solo ante el peligro”— los viticultores españoles arrancarán sus viñas.


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